Viviendo a la expectativa del retorno de Cristo

Por John MacArthur —Traducido al español por Raúl Lavinz

2 Pedro 3:10-12

Pero el día del Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos pasarán con gran estruendo, y los elementos serán destruidos con fuego intenso, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera, ¡qué clase de personas no debéis ser vosotros en santa conducta y en piedad, esperando y apresurando la venida del día de Dios, en el cual los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor!

Ahora, vayamos a la Palabra de Dios, en Segunda de Pedro capítulo 3, estamos observando la última sección de esta epístola, los versículos 10 al 12 e intitulándolo “Viviendo a la expectativa del Retorno de Cristo”.

La preocupación de Pedro no es tanto por los incrédulos sino por los cristianos. Le preocupa que, como cristianos, tengamos una comprensión, y respuesta, adecuadas concernientes al retorno de Jesucristo. De esta manera, antes de dar por concluida esta epístola, él tiene algo último que decir.

Las palabras finales comienzan en el versículo 11. “Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera”, dice Pedro, “…qué clase de personas no debéis ser vosotros”. Detengámonos en este punto. Habiendo justamente dejado muy en claro que Jesús va a regresar, ahora el plantea el muy, pero muy importante asunto... ¿qué significa esto para ti? ¿Qué clase de persona debes ser? Si supieras que Jesús va a regresar, si estás a la espera de lo que Él llama el día de Dios, de lo que llama en el versículo 18 el día de la eternidad; si estás a la expectativa del estado final, el glorioso futuro, la eternidad que Dios ha planeado para aquellos que le aman, ¿cómo debería impactar tu vida ahora? Si estás esperando aquel cielo final, aquella gloria final, ¿no debería ello tener algunas implicaciones muy, pero muy fuertes en relación a cómo vives?

Ahora bien, ten esto en mente. Aquí el usa la frase “el día de Dios”, como veremos. La usa en el versículo 18 al final, “el día de la eternidad”.

Ambas, “el día de Dios” en el versículo 12, y “el día de la eternidad” en el versículo 18 se refieren al estado de eternidad. Él dice que si tú estás deseando ese estado de eternidad, ese nuevo cielo y nueva tierra, esa gloriosa eternidad, si lo estás deseando, ello debiera causar un impacto en tu vida. Nosotros no deseamos el día del Señor (término que es usado en el versículo 10) puesto que ese es un término de juicio, destrucción y maldición. No estamos deseando, con impaciencia, que Dios venga en un furioso juicio final condenatorio. Sabemos que es inevitable y es algo doloroso pensar en ello. Más bien deseamos lo que viene después del día del Señor, a saber ese día de la eternidad de

Dios, el estado de eternidad de justa gloria cuando, como dice Pablo en 1 Corintios, todo se resuelva en Dios en Su última gloria.

Así que Pedro dice: Miren, si ustedes están esperando la venida del gran día de Dios, el estado de eternidad, la gloria que será de ustedes en la presencia de Jesucristo cuando El venga y establezca Su gloria eterna, si ustedes están esperando eso, versículo 11, y están a la expectativa de algo más allá que la destrucción del día del Señor, qué tipo de personas deben ser ustedes. Qué tipo de personas deben ser.

Esa frase, “puesto que todas estas cosas han de ser destruidas”, nos lleva al versículo 10 que dice, “los cielos pasarán con gran estruendo, y los elementos serán destruidos con fuego intenso, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas”. Esto nos lleva más atrás, al versículo 7, “pero los cielos y la tierra actuales están reservados por su palabra para el fuego, guardados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos”.

Ahora bien, ya que sabemos que eso va a ocurrir, ya que todas estas cosas van a ser destruidas en esta forma que nos va a hacer pasar al día de Dios, el estado de eternidad, la gloria eterna, qué clase de persona debes ser. Como observarás en el versículo 11 no hay signo de interrogación, aunque a primera vista parece una pregunta no es una pregunta. Es una exclamación. De hecho, esa pequeña frase “qué clase de personas” procede de un término griego muy singular, potapos, que de ninguna manera hace una pregunta. Indica una exclamación de asombro y no espera una respuesta. Se podría traducir de esta manera “Cuán pasmosamente, cuán asombrosamente excelentes ustedes deben de ser”. Cuando él dice “qué clase de personas deben de ser ustedes”, está implícito a qué nivel de excelencia debes vivir…signo de admiración…cuando sabes que, más allá del día del Señor, vas a ver el día de Dios y la gloria de la eternidad. Ese es un desafío directo y sencillo a los cristianos para que conformen sus vidas a la realidad de la eternidad.

Si Jesucristo va a regresar a recompensarte, si Jesucristo va a volver para llevarte para que estés con El mismo, si Jesucristo va a volver para edificar para ti un nuevo cielo y una nueva tierra, si Jesucristo va a volver para liberarte del juicio y conducirte al gran día de la eternidad de

Dios, si Jesucristo va a regresar para llevarte al reino de justicia eterna, todo eso debería impactar tu vida. En otras palabras, si has sido hecho para eso, creado para eso, redimido para eso, santificado para eso, entonces debes empezar a vivir a la luz de ello. Eso es lo que

Pedro está diciendo.

Amados, si para esto hemos sido salvos, cómo debemos vivir aún ahora para ser consistentes con nuestro destino. De hecho en 2 Corintios 5:9,10 Pablo une su voz al punto de Pedro cuando dice: “Por eso, ya sea presentes o ausentes, ambicionamos serle agradables. Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo”. Va a llegar un tiempo cuando vayamos a recibir una recompensa eterna. Todos nosotros vamos a comparecer ante ese juicio. Como lo dice Pablo en 1 Corintios 4:5, “en ese punto del tiempo cuando el Señor juzgue los secretos o designios de nuestros corazones y cada uno de nosotros recibirá su alabanza de parte de Dios y entraremos en nuestra recompensa eterna”.

¿Qué clase de personas debemos ser entonces? No estamos viviendo para este mundo, somos extraños, desconocidos, extranjeros. Como cristianos no somos parte de este sistema mundial, no amamos el mundo ni tampoco las cosas que están en el mundo. No es nuestro lugar.

Somos peregrinos. Pertenecemos a un lugar celestial. Buscamos una ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios, una ciudad no hecha de manos, eterna, en los cielos. Él dice, qué clase de personas debemos ser, en qué nivel de excelencia debemos vivir.

Entonces, con fe, confiando en la gloria del venidero día de Dios en el cual moraremos por siempre con El en justicia, nos compele con algunas implicaciones. Pedro enumera algunas de ellas, de las cuales hablaremos esta noche y la próxima noche del día del Señor.

En primer lugar, hay una declaración general en el versículo 11 “Qué clase de personas deben ser ustedes en santa conducta y en piedad”, y este es el terreno en el cual él está hablando. Cualquier clase de persona que tu vayas a ser es en el área de la piedad y de la santidad, eso es a lo que él se está refiriendo. La conducta santa tiene que ver con acción, la piedad se refiere a actitud. La conducta santa tiene que ver con la manera en la que yo vivo mi vida, la piedad se refiere al espíritu de reverencia en mí por el cual vivo mi vida. La conducta santa tiene que ver con aquello que gobierna mi comportamiento, y la piedad se refiere a aquello que gobierna mi corazón. De manera que él está diciendo qué clase de persona debes ser tú en corazón y comportamiento, en motivo y acción, en actitud y deber.

Ambos términos, de paso, están en plural —intraducible en castellano— pero en griego ellos sólo toman el concepto de santidad y piedad y lo extienden por toda la vida. Es como si estuviera diciendo qué clase de persona debes ser en santidad(es) y piedad(es), así que eso simplemente se extiende sobre todo, sobre cada área de nuestra vida. Este es el mensaje final de Pedro, esta es su última palabra. La tradición nos dice, como bien sabes, que él fue crucificado y que se sintió indigno de ser crucificado como su Señor así que suplicó que lo crucificaran con la cabeza hacia abajo, y así fue. Pero su palabra final es esta: Estamos camino a la gloria, qué clase de persona debemos ser en el terreno de la conducta y corazón, santidad, piedad, en vista de este glorioso futuro. Ese es verdaderamente el asunto.

¿Cuál es la respuesta a ello? La respuesta fluye comenzando en el versículo 12 hasta el versículo 18. ¿Qué debería ser lo que nos caracterizara? Permíteme darte una corta lista que luego detallaremos: Expectación, pacificación, purificación, evangelización, discriminación, maduración y adoración.

Esas son las características que deberían marcarnos en santa conducta y piedad. Francamente esta implicación de la Segunda Venida nos hace retroceder a 1 Pedro capítulo 1, donde Pedro dice, “Por tanto, ceñid vuestro entendimiento para la acción”, de nuevo, este es el exterior,

“sed sobrios en espíritu”, ese es el interior, así que mantén tu conducta correcta y tu actitud correcta, y allí estamos nuevamente con esa conducta santa y piedad interior. Y él dice, “Poned vuestra esperanza completamente en la gracia que se os traerá en la revelación de

Jesucristo”. Allí encontramos ese mismo concepto.

Vive a la luz de esa increíble gracia que te va a ser conferida cuando Jesucristo sea completamente revelado en toda Su Gloria y establezca

Su Reino eterno. Vive a la luz de ello y eso impactará tu accionar e impactará tu mente, o tu corazón —tú ser interior. Luego él dice, en 1 Pedro 1:14 “Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais en vuestra ignorancia, sino que así como aquel que os llamó es Santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”. Nuevamente, él está haciendo un llamado a la santidad a la luz de una vida eterna.

Entonces, la santidad se debe extender a todas las áreas de la vida —todos los asuntos de la vida. Eso es consistente con aquello hacia donde nos dirigimos. Esa es la dirección que debemos tomar. En el versículo 15 encontramos este punto muy importante, “Sino que así como aquél que os llamó es santo, sed santos vosotros”. Si somos hijos de Dios, si nos dirigimos hacia Su Reino, debemos comportarnos en una forma consistente con esa identidad.

¿Recuerdas en Mateo 5:48 al principio del Nuevo Testamento donde se da el primer sermón de Jesús que se haya registrado? dice, “Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. El Apóstol Pablo escribe en Colosenses, “Poned vuestros afectos en las cosas de arriba y no en las de la tierra”. Pablo dijo que nuestra ciudadanía no está en la tierra sino en el cielo. En otras palabras, hemos de vivir a la luz de la gloria y ello nos impone un nivel de santidad y piedad que es absolutamente dominante en la vida. La Esperanza nos hace santos. La Esperanza nos hace Santos.

Entonces, ya que algún día vamos a estar con Él, ¿cómo iniciamos este proceso de santidad? ¿Cuáles son los componentes para hacernos la clase de personas que debemos ser? En primer lugar, llamémosle expectación. Primer punto: Expectación. Observa el versículo 12 de 2 Pedro

3, “esperando y apresurando la venida del día de Dios, en el cual los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor!. Pero, según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia”. Aquí está el concepto de expectación. Ya que me dirijo a la gloria eterna, ya que voy a ser un ciudadano del Reino eterno de Dios, ya que voy a ser librado del día del Señor para entrar en el día de la eternidad de Dios, debería estar viviendo a la expectativa de todo eso. Es bastante obvio.

Veamos el versículo 12 y sólo mira las partes componentes de esta tremenda verdad, “esperando y apresurando la venida del día de Dios”. Es como si Pedro estuviera diciéndote que ciertamente no deberías estar asustado con ello, ciertamente no deberías preocuparte por eso, deberías ser como aquellos de quienes Pablo habla y con quienes se identifica a sí mismo en 2 Timoteo 4:8, cuando habla sobre aquellos que aman la venida de Cristo. Deberías ser como Juan, quien dijo “Aun así, ven Señor Jesús”. Como Pablo, quien dijo: “Es agradable estar aquí, pero mucho mejor partir y estar allá”. Debes tener un deseo en tu corazón por la venida del día de Dios.

Ese verbo, “esperando” conlleva la idea de expectación, la idea de esperar con vigilancia, estar alerta a la venida del Señor. La palabra

“apresurando” añade la idea de un deseo impaciente. No sólo estás esperándolo y vigilando sino que estás ansiosamente deseando que ocurra. No sólo estás esperándolo, estás esperándolo y lo quieres con desesperación y pronto. Esa es la idea. En vez de vivir con temor del futuro, con temor del juicio y temor del día del Señor, vives en una santa ansiedad, vives con esa palabra Maranatha, 1 Corintios 16:22 “en tus labios, ven, Señor, viviendo continuamente en una deseosa expectación”.

¿Qué significa eso? Significa que voy a estar tratando con algunos asuntos en mi vida. Significa que voy a estar tratando con algunas cosas en mi vida de modo que pueda decir Yo quiero que El venga, porque sé que cuando venga no me avergonzaré de Su venida. 1 Juan 2 habla acerca de no avergonzarse cuando Jesucristo venga. Capítulo 2 versículo 28, “Cuando se manifieste, tengamos confianza y no nos apartemos de El avergonzados en Su venida”. Si mi vida es recta entonces no me voy a avergonzar, voy a estar deseoso, impaciente y ansioso porque

Jesucristo venga.

http://encuentrame-sipuedes.blogspot.com/

Comentarios

Entradas populares de este blog

Dispensación de La Promesa: Cuatro Leyes De La Bendición De Dios.

“EL PECADO DE LA MURMURACIÓN”

...POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS