TRIBUNAL DE CRISTO.
“Porque todos
compareceremos ante el tribunal de Cristo” (Ro. 14:10).
El traslado de la Iglesia, o arrebatamiento,
abre una nueva dimensión para los creyentes, que dejan de ser extranjeros
y peregrinos en este mundo, para pasar al disfrute de la herencia
eterna reservada para ellos en los cielos (1 P. 1:3-5). La transformación
necesaria para ello se inicia con la de los cuerpos, bien en la resurrección de
los que durmieron en Cristo, como por la transformación de los vivos en ese
momento (1 Ts. 4:16-17). Pero, la glorificación de la iglesia exige la limpieza
de aquellas impurezas que, durante su peregrinación, ha manifestado. En la
presencia de Dios no puede haber ningún tipo de contaminación, por lo que la
limpieza de ella es necesaria. Esto ocurrirá en el examen ante el Tribunal de
Cristo. De ahí saldrá una Iglesia gloriosa y resplandeciente, de modo que pueda
cumplirse lo que Pablo enseña: “sin mancha ni arruga ni cosa semejante” (Ef.
5:27). Limpia y ya incontaminable, será adornada con las “acciones
justas de los santos”, a modo de vestido de bodas, “limpio y
resplandeciente” (Ap. 19:8), habiendo recibido también las recompensas
personales dadas a los creyentes victoriosos en su vida terrenal.
I. EL TRIBUNAL DE
CRISTO.
La Biblia enseña que todo creyente comparecerá ante el Tribunal de Cristo (Ro.
14:10; 2 Co. 5:10). Al leer los pasajes se aprecia que la comparecencia será
ineludible: “debemos”; será general “todos nosotros”; será
pública “seremos manifestados”; habrá un juez señalado ya: “Tribunal
de Cristo”; tendrá lugar un examen de “lo que haya hecho en el
cuerpo”; también habrá recompensas personales “cada uno recibirá”.
a) Detalles del
acontecimiento (1 Co. 3:9-15).
1. Palabras
que lo definen. El texto griego usa dos palabras que se traducen como tribunal.
a) Kriterion,
que aparece tres veces en el N. T., ninguna aplicable al Tribunal de Cristo y
que significa el instrumento o medio para probar una cosa. b) Bema,
que figura doce veces en el N. T., dos de ellas en referencia directa al
Tribunal de Cristo (Ro. 14:10; 2 Co. 5:10), y se usa para describir la posición
elevada del que juzga.
Es necesario entender que el Tribunal de Cristo, no tiene relación alguna con
el Trono Blanco, llamado generalmente juicio final (Ap.
20:11).
2. Tiempo
del acontecimiento. El Tribunal de Cristo ocurrirá inmediatamente después
del traslado de la Iglesia. Las razones bíblicas son evidentes: a) Las
recompensas están asociadas a la resurrección (Lc. 14:13-14) y la resurrección
es parte integral del traslado(1 Ts. 4:16b). Cuando la iglesia
regrese con Cristo a la tierra para reinar ya ha sido recompensada (Ap. 19:8).
Las acciones justas, plural, no es la acción de la justicia
imputada de Cristo, sino el modo de vida de los cristianos. Las recompensas
tienen que producirse entre el arrebatamiento y la Segunda Venida.
3. Lugar
del Tribunal de Cristo. Tiene que ser necesariamente en la esfera celestial
(1 Ts. 4:17). El mismo apóstol señala el lugar del acontecimiento para todo
creyente como fuera de este mundo (2 Co. 5:8).
4. El Juez. Cristo
ocupa el lugar judicial en Su tribunal (2 Co. 5:10). El apóstol Pablo usa una
frase muy enfática: “Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo” (Ro.
14:10). En los originales los mss. más fiables se lee en lugar de tribunal
de Cristo, tribunal de Dios, lo que remarca la condición divina
del Señor. Cristo tiene que ser el juez ya que Dios entregó todo juicio en sus
manos (Jn. 5:22, 27). La grandeza del juez se manifiesta como Aquel que tiene
el nombre que es sobre todo nombre, ante cuya grandeza se dobla toda rodilla
(Fil. 2:9). Es además un juez justo (2 Ti. 4:8), y un juez que
no juzga por apariencia (Ap. 1:14). Sus ojos como llama de fuego lo sondean
todo y su luz lo ilumina todo (1 Co. 4:5). Sin embargo, es un juez lleno de
amor hacia los que son juzgados (Gá. 2:20; Ef. 5:25b).
5. Los
juzgados. Solo pueden ser los creyentes de la iglesia. El pronombre
personal “nosotros” lo evidencia (2 Co. 5:10). Es interesante notar
que en el Tribunal de Cristo comparecen los que antes se atrevieron a juzgar a
los hermanos (Ro. 14:10). Sólo son hermanos los hijos del mismo Padre.
6. El
examen de ese juicio. No es asunto de salvación o de perdición para el creyente.
Éste, bajo la gracia, no vendrá a juicio por el pecado que ha sido
extinguido por Cristo (Jn. 3:18; 5:24; 6:37; Ro. 5:1; 8:1; 1 Co. 11:32). Los
pecados pasados, presentes y futuros fueron cargados sobre Cristo en la
sustitución vicaria por el pecador convertido (Col. 2:13). El examen será en
relación con su vida y su servicio a Dios, de lo que el creyente tiene que dar
cuenta (2 Co. 5:10). El creyente ha sido comprado por Dios (1 Co. 6:19-20). Por
esta causa ha dejado de pertenecer al mundo para convertirse en siervo de Dios
(Ro. 6:18). La evidencia de toda conversión genuina tiene que ver con el
servicio (1 Ts. 1:9). El creyente tiene una responsabilidad para su vida actual
(Ro. 6:22). El examen está íntimamente relacionado con la determinación de la
recompensa o de la pérdida de su obra (1 Co. 3:13-14). Comparecen para dar
cuenta de su administración, como siervo a quien se le ha encomendado un
ministerio (Ro. 14:10-12). Todo lo que el creyente tiene es don divino. El
cristiano es un esclavo administrador a quien se le demandará cuanto se le ha
confiado (Ro. 6:18, 22; Lc. 12:48). Es administrador de los dones divino (1 P.
4:10). Todo creyente tiene algún don (1 Co. 12:7). Son también administradores
de bienes materiales y de tiempo (1 Co. 6:19-20).
Los creyentes comparecerá para examen de cómo edificaron (1 Co. 3:9-15). Cada
uno edifica sobre la base de la Iglesia que es Cristo (1 Co. 3:11; 1 P. 2:6).
Cada uno lo hace orientado su tarea en la doctrina que fue establecida (Ef.
2:20). Se hace referencia en forma metafórica a los distintos materiales
empleados en la tarea de la edificación. Algunos son mera apariencia, son
materiales humanos, como la madera, el heno, y la hojarasca. Estos son quemados
por la mirada escudriñadora del Juez, el Hijo de Dios, que tiene ojos como
llama de fuego. Otros materiales son de procedencia divina, como el oro, la
plata, y las piedras preciosas, estables y permanentes.
El examen revelará la calidad de vida y servicio de cada creyente (2 Co. 5:10).
El galardón será según la calidad del servicio cristiano. La vida de servicio
es vida de compromiso y renuncia (Lc. 14:26, 27, 33). La vida cristiana es vida
de dependencia (Fil. 4:13; 1 Co. 15:10). El juicio será individual, cada
uno (2 Co. 5:10). No es un juicio colectivo, sino personal.
El modo del examen se expresa en tres formas: nada oculto (1
Co. 4:5). Nada impuro que se mantenga, ya que el fuego lo elimina (Ap. 1:14).
Nada aparente, puesto que son las intenciones las que se manifiestan ante el
Señor (1 Co. 4:5b).
7. El
resultado. Puede ocurrir que se produzca la pérdida de la recompensa. Es
para obras hechas en la carne. Los creyentes no se pierden pero éstos serán
salvos “así como por fuego” (1 Co. 3:15). Para los que han
servido en el poder del Espíritu, honrando a Dios y edificando en Su obra,
recibirán coronas. La Biblia habla de corona incorruptible, para
los victoriosos sobre el viejo hombre (1 Co. 9:25); de gozo, para
los ganadores de almas (1 Ts. 2:19); de vida, para los que resistan
las pruebas (Stg. 1:12); de justicia, para los que aman su venida
(2 Ti. 4:8); de gloria, para los que apacientan la grey (1 P. 5:4).
Sin embargo la gran pregunta del Tribunal de Cristo, no es tanto lo que
hiciste, sinocomo lo hiciste. Esto lleva comprometida la razón
de la obra que es el amor. Es decir, no se preguntará si trabajamos, sino que
se inquirirá sobre si amamos, ya que toda obra hecha sin amor no es
más que metal que resuena y címbalo que retiñe (1 Co. 13:1).
Todo el que se considere un fiel siervo de Dios debe estar atento a si ama a
sus hermanos o no, porque eso define la razón de la obra.
El uso de las coronas será como instrumentos para la gloria de Dios, arrojadas
a los pies del que está sentado en el trono (Ap. 4:10). Cada una de ellas tiene
diferente grado de brillo. Es decir, que el creyente tendrá recompensa y gloria
diferente (1 Co. 15:41-42). Cada uno de los santos glorificados será una
exhibición permanente del poder transformador de Dios (1 P. 2:9).
Una seria advertencia de parte del Señor: “Porque todos compareceremos
ante el tribunal de Cristo” (Ro. 14:10). Esto debiera despertar en
cada uno de nosotros un cuidado muy especial con la forma de vida personal para
no perder la recompensa (Col. 2:18; 2 Jn. 8; Ap. 3:11). El Tribunal de Cristo
ha de despertar un respeto reverente en nuestra vida (Fil. 2:12).
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